Decana de la Facultad de Humanidades, Mg. Susana Arancibia Carvajal: “Las universidades están llamadas a entender que estamos formando ciudadanos”

Tras la pandemia las denuncias por casos de maltrato estudiantil han crecido con fuerza en colegios y liceos, sin considerar la “cifra negra” de casos que no reportan los afectados. Aunque en menor proporción, los reclamos por convivencia a nivel país que registra la Superintendencia de Educación Superior, también muestran un alza al considerar los reclamos por esta causa en 2022 (75), 2023 (67) y 2024 (87).

En función de esta realidad que ha comenzado a impactar fuertemente en las comunidades universitarias, la decana de la Facultad de Humanidades de la Universidad Católica del Norte (UCN) y representante Zona Centro Norte de la Comisión de convivencia de Convivencia Universitaria y Salud Mental del Consejo de Rectoras y Rectores de las Universidades Chilenas (CRUCH), Susana Arancibia Carvajal, aborda la problemática de la violencia en colegios y en la educación superior:

¿Cuáles serían las manifestaciones más comunes en términos de violencia universitaria?

Es algo que no solo ocurre acá en la universidad ni solamente en el país. Esto es un problema a nivel internacional, donde una de las principales evidencias o manifestaciones es aquella que se hace a través de las redes sociales. Eso es muy duro y es difícil de combatir. Ya desde la enseñanza media empieza esta problemática, que enfrentan los profesores y luego se traslada a la universidad, donde también se ejercen violencias psicológicas y simbólicas a través de las distintas plataformas digitales.

-¿Dónde están las dimensiones de este tipo de violencia?

Lo que yo he visualizado es que ocurre principalmente entre compañeros, pero además con lo que ellos llaman “funa” a los profesores. Este matonaje en las aulas lo trasladan a la plataforma digital. Esa es una de las formas de violencia. La otra tiene que ver con algo que poca gente lo ve como tal, pero es parte de una violencia simbólica y muy solapada, como ocurre con los memes. Porque si yo hago un meme: ¿con qué derecho lo hago? No lo haces resaltando algo que te gustó, sino al contrario. Eso está disfrazado de humor. Lo otro que se observa es las dificultades que tienen las personas que integran una comunidad educativa para ponerse en el lugar del otro.

-¿No hay empatía?

Sí. Pero tiene que ver con la empatía real. Puede ser que entiendo lo que te está pasando, pero en realidad no me importa mucho. También tiene que ver con que son muy conscientes de sus derechos, pero es como si los otros no los tuvieran. Aunque a nivel general pasa no sólo con los estudiantes, sino en distintos niveles; entre profesores, entre los distintos funcionarios y en la sociedad en su conjunto.

Bienestar en la comunidad educativa

– ¿Podría este comportamiento estar asociado al aumento vertiginoso del uso de las redes sociales?

Yo creo que se han conjugado varios factores. Primero, las dificultades que tienen los estudiantes para desarrollar habilidades de relación y emocionales (…) Esto no parte desde que entran a la universidad, sino desde que nacen. Los jóvenes y niños enfrentan un entorno donde las personas y los tutores que los cuidan no necesariamente tienen el tiempo ni el espacio para desarrollar estas habilidades: cenar juntos, al menos almorzar, desayunar para compartir espacios de calidad. A eso se suma lo que pasó en la pandemia, con un colapso en salud mental, donde se desbordaron muchas situaciones debido al estrés colectivo del momento. También, el que la sociedad valida la resolución violenta de los conflictos.

– ¿Y qué pasa con el entorno en estos casos?

Cuando tú tienes una mirada sistémica del bienestar, entiendes que el entorno es fundamental. Sin embargo, cada uno lo vive de manera distinta. Y eso tiene que ver con nuestras historias personales. El contexto es el mismo, sólo que tú decides qué hacer y cómo responder a determinada situación. Eso es lo que uno tiene que aprender: algo que sea finalmente saludable para uno.

– ¿Qué efecto se observa en el rendimiento académico de estudiantes que se ven expuestos a este tipo de violencia?

Cuando una persona se desarrolla en un contexto que es negativo, su capacidad para aprender disminuye notoriamente. Sea niño, joven, adulto. Por lo tanto, cuando en una sala de clases, en un espacio sea formal o no de educación hay violencia, las personas que son parte de esto disminuyen su capacidad de aprender. Por eso es tan importante cuando uno trabaja con los profesores para generar un buen clima académico, porque el estudiante aprende en un buen clima de convivencia.

-¿Cuál es el rol fundamental de la universidad como institución de aportar a estas convivencias?

El de la formación. Las universidades están llamadas a entender que estamos formando ciudadanos. Que no es sólo lo técnico, porque debe haber una formación integral, con un ciudadano ético, íntegro y respetuoso. 

-¿Hay algún tipo de acción concreto que la facultad en particular esté adoptando respecto a esta temática?

La universidad, en su nuevo plan de desarrollo estratégico, cuenta entre sus ejes con los de reforzar la identidad y la vida universitaria, que consisten en promover el bienestar integral de la comunidad; fomentando un entorno de convivencia saludable basado en el respeto mutuo, la empatía y la colaboración. Es parte de nuestro proyecto de universidad de aquí a 10 años, como parte del plan estratégico que como facultad adherimos y que se extiende a actividades relacionadas en fomentar el buen trato y la convivencia saludable. La idea es generar un espacio permanente de vinculación con la comunidad interna y también externa, que busque reforzar el sentido de identidad y vida universitaria. También la ética, integridad y salud mental.

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